imagesLos españoles ya no viven como antes. Casados o solteros, con hijos o sin ellos, heterosexuales o gays, solos o acompañados… Lo cierto es que los espacios íntimos han cambiado y las familias no son lo que eran. Hoy, el cómo y con quién vivimos es, más que una exigencia social, una opción de vida fruto de la libertad de elección. Cada vez hay menos familias numerosas y menos matrimonios, los homosexuales pueden casarse y adoptar, el divorcio ya no es un vía crucis y las mujeres no temen afrontar a solas la maternidad.

Hoy en día, aunque haya que los hay, muchos que aún rechazan de manera radical la legitimidad de estas familias, los homosexuales son libres para formar una familia, muy a pesar de las últimas decisiones tomadas por gobiernos más cercanos a la iglesia y a grupos pro vida e incluso de extrema derecha que defienden la familia tradicional a capa y espada.

Es innegable que estas familias se encuentran con una serie de problemas importantes, lo que llamaríamos ‘las desventajas’. La discriminación, es un claro ejemplo, pasará mucho tiempo y generaciones antes de que se perciba normal a la familia homoparental.

Habría que prever y controlar el efecto de esa discriminación con niños, especialmente por parte de sus iguales, quienes usualmente son los más crueles e inapropiados y que, envalentonados por los comentarios de sus padres heterosexuales y homofóbicos, les ofenden o humillan con posibles consecuencias significativas para su autoestima y desempeño social.

Lo que está en juego no es satisfacer el deseo egoísta (¿o su derecho?) de las parejas homosexuales dándoles derechos, sin considerar consecuencias,  sino la protección de esos niños ante el posible impacto biopsicosocial aversivo.

No parece tan fácil -como dicen algunos- que es preferible que algunos niños que no habrían de ser adoptados por parejas heterosexuales, al menos lo sean en familias homoparentales; lo que solo refleja la desagradable y conformista discriminación del “peor es nada”.

La adopción homoparental requiere de unas impactantes y trascendentales campañas previas e información, educación y capacidad social para integrar en el imaginario de todos este tipo de familias, si no como algo frecuente, por lo menos como algo no extraordinario.