imageLa promiscuidad es un tema espinoso que casi todos eludimos como tabú en la pareja y, sin embargo, está en la naturaleza humana tanto como la necesidad de continuar la especie o de socializar. No son pocos los estudios antropológicos y psicológicos que ahondan en la materia especialmente a partir de los estudios llevados a cabo a mediados del Siglo XX, aunque la mayoría de ellos buscaban una explicación científico-psicológica que se amoldase a un estándar de comportamiento marcado por una ética y moral más o menos religiosas y monógamas, y sobre todo, dirigidos, enfocados y destinados a hombres.
Matt  Ridley concluyó en sus estudios sobre la posibilidad de que los hombres homosexuales fuesen más promiscuos que los heterosexuales, que de hecho, el hombre en sí es igualmente promiscuo sea cual sea su orientación sexual, y que el único rasgo distintivo que facilitaba en cierto modo la mayor cantidad de amantes ocasionales y esporádicos entre los homosexuales, se debía únicamente al hecho de que es más fácil encontrar otros hombres disponibles que mujeres dispuestas. En 1979, symonds reafirmó este tipo de aseveraciones encontrando el hecho de que el comportamiento sexual masculino es único, y no puede dirimirse en torno a la orientación sexual, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres.
Dicho de otro modo, el hecho de que un homosexual (hombre o mujer) tenga más encuentros sexuales que un hetero no reside en que su deseo sexual sea mayor ni en que la homosexualidad conlleve la promiscuidad, sino que simplemente las ocasiones se simplifican y amplifican al mismo tiempo. Para un hombre heterosexual, resulta más complicado encontrar mujeres disponibles y dispuestas a encuentros sexuales furtivos que para un homosexual, y de igual modo ocurre entre lesbianas, donde además, encontramos un factor condicionante añadido: la complicidad femenina.
No cabe duda de que todos, con escasas excepciones, seamos hombres o mujeres, preferimos compartir el asiento del autobús o el metro con una mujer que con un hombre, el motivo es obvio: un hombre siempre representa en todos los aspectos una mayor desconfianza y amenaza, de cualquier tipo.
Es cierto que las lesbianas en un alto porcentaje (80% a 90% dependiendo de la edad), manifiestan haber estado con un número mayor de amantes que las mujeres heteros aunque buscasen una relación estable a largo o corto plazo. El hecho es que es más fácil llegar al nivel de intimidad/confianza necesaria para una relación sexual entre dos mujeres, porque se realiza de igual a igual, mientras que las relaciones hombre-mujer son siempre de poseedor a poseído. En este sentido, quisiera volver a recordar los estudios de M. Faucoult sobre las relaciones de poder y cómo todo cuanto en el ser humano supone interaccionar de uno u otro modo con sus congéneres, establece de forma inmanente una relación de poder (ojo, no se trata de dominante y dominado, de roles mujer-hombre).
Por lo tanto, a la pregunta de si los homosexuales son más promiscuos, habría que puntualizar una definición a priori que nos encuadrase el concepto en un marco bien definido: si entendemos promiscuidad como lo define la RAE “mezcla, confusión. Convivencia con personas de distinto sexo”, habría que decir que sí, los homosexuales son más promiscuos puesto que refieren un número de relaciones sexuales superior al de los heterosexuales. Cabría esperar pues, una redefinición del término que se ajustase quizá más a las necesidades actuales de nuestra sociedad: promiscuidad como deseo de realizar actividades sexuales eventuales y efímeras con otras personas conocidas o no. Según esto, no sería cierto que exista mayor promiscuidad entre homosexuales que entre heterosexuales, ya que como hemos dicho, el deseo es igual para ambas tendencias, los hombres siempre se comportan como hombres, y las mujeres siempre se comportan como mujeres, sean cuales fueren sus preferencias a la hora de sentir atracción sexual.
Queda pues asentado que homosexualidad y promiscuidad no forman un tandem ni se implican mutuamente. La necesidad de formar pareja estable forma tanto parte de homosexuales como de heterosexuales indistintamente, pero no está en la naturaleza humana la necesidad o el deseo de la monogamia, sino todo lo contrario. En cualquier caso, dentro de la pareja es necesario establecer una pauta de comportamiento unánime que se aleje de la desconfianza y los celos, y que asiente las bases para una comunicación productiva y sincera que conlleven acuerdos y compromisos al respecto, para evitar futuros conflictos y rupturas.
Sobre si el hombre es o no más promiscuo que la mujer… A juzgar por las estadísticas, parece que sí, sin embargo, cada vez más, los datos estadśiticos asimilan los comportamientos femeninos y masculinos en torno a la sexualidad, y cabe esperar que en algún punto puedan ser equiparables.
Satisfacer los instintos básicos está en nuestra biología, en nuestro ADN y no podemos más que confiar en que si queremos tener una pareja estable, su compromiso y amor sean mayores que sus genética…